jueves, 14 de marzo de 2013

V DOMINGO DE CUARESMA - C

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES 3, 8-14
Hermanos:
Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía -la de la ley-, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo. Y aunque poseo el premio, porque Cristo Jesús me lo ha entregado, hermanos, yo a mí mismo me considero como si aún no hubiera conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

COMENTARIO:

¡Hay que mirar siempre para adelante!

Para los fariseos, perfectos conocedores de la Ley, era necesario mirar siempre hacia atrás, a la Ley, mejor dicho, a la interpretación que ellos hacían de la Ley. Jesús, por el contrario, miraba siempre hacia delante, basando su actuación en la misma Ley que los fariseos; sin embargo, la interpretación que hacía de la Ley de Moisés no coincidía en absoluto con la de los fariseos. Él se apoyaba en el Padre.

San Pablo dice a los filipenses que él también mira hacia lo que está por delante, hacia la meta y sigue corriendo porque aún le queda mucho por recorrer para alcanzar el premio.

¿En qué perspectiva nos situamos nosotros? ¿En qué perspectiva me sitúo yo? ¿Qué actitud adopto en la vida? Los fariseos se apoyaban en la Ley; san Pablo nos dice que, a partir de Cristo, debemos apoyarnos en la fe; la justicia que hemos de practicar es la que viene de Dios y se apoya en la fe en Cristo; todo lo demás hemos de considerarlo basura.

La justicia que viene de Dios y se poya en la fe en Cristo es misericordiosa: abre caminos de luz por entre la oscuridad, aviva la esperanza de los desilusionados, atisba la bondad en el corazón del pecador, hace germinar las semillas atrapadas en la basura…

San Pablo se pone, una vez más, como ejemplo a seguir por el creyente.

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