SEGUNDA CARTA DE SAN PABLO A LOS CORINTIOS 5, 17-21
Hermanos:
El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el servicio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio nuestro. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado, Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
COMENTARIO:
Lo antiguo ha pasado y ha comenzado lo nuevo –asegura san Pablo. ¿Qué es lo nuevo y qué es lo viejo? Entiendo, que en consonancia con el texto del evangelio que escuchamos en este domingo, lo viejo es la Ley del Talión: ‘Ojo por ojo y diente por diente’; en cambio lo nuevo, es el perdón incondicional a todos, incluidos los enemigos.
En la comunidad cristiana de Corinto parece que esta novedad, que les recuerda Pablo, no acaban de asimilarla: el perdón sin exigir el rendimiento de cuentas no se acepta sin más ni más.
¿Será que Dios Padre, con el transcurso del tiempo, se vuelve menos misericordioso que en los tiempos de Jesús? El padre que abraza al hijo que regresa a casa no le deja pronunciar palabra, no le escucha, simplemente lo abraza y organiza una fiesta.
Por si hemos entendido mal el evangelio de Lucas, san Pablo sale al paso y afirma que Dios envió a su hijo al mundo para reconciliarlo sin pedirle cuentas de sus pecados.
Hay más, por si alguno se cree con el derecho de poner límites al perdón generoso de Dios Padre, san Pablo afirma que Cristo, el Señor, el Hijo de Dios, ha confiado a la Iglesia el mensaje de la reconciliación; nada dice de anunciar el castigo de Dios. Podemos concluir que somos nosotros mismos los que nos excluimos del abrazo reconciliador del Padre; pues tenemos la libertad de arrojarnos en los brazos acogedores del Padre o de rechazarlos.
Finalmente, acoger el mensaje de la reconciliación es estar dispuestos a perdonar siempre y perdonar de corazón, pues si no perdonamos tampoco Dios Padre nos perdonará a nosotros –dice el propio Jesús.
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