LIBRO DEL APOCALIPSIS 1, 9-11a.12-13.17-19
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente, como una trompeta, que decía:
- Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete iglesias de Asia.
Me volví a ver quién me hablaba, y al volverme, vi siete lámparas de oro, y en medio de ellas una figura humana, vestida de larga túnica con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verla, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo:
-No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la Muerte y del Infierno. Escribe, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.
COMENTARIO
Comenzamos la lectura de ciertos pasajes del Apocalipsis. En el contexto de una visión desconcertante y enigmática en ocasiones, el autor nos transmite las verdades fundamentales que animen al discípulo a seguir esperando con constancia, fortaleza y esfuerzo; aun cuando las circunstancias de persecución que vive la primitiva comunidad inviten al desánimo. Se trata de un libro que infunde esperanza en el cristiano.
Hoy nos presenta el autor su vocación: Ha sido llamado a dejar constancia por escrito de sus visiones, destinadas a los discípulos del Señor Resucitado.
Ya en estas primeras líneas el autor deja claro que la vocación del creyente es la de seguir al Maestro: el martirio que le abre el camino a la vida.
Hoy como nunca, el hombre moderno necesita de imágenes símbolo que le ayuden a comprender el mundo sobrenatural. El autor del Apocalipsis nos ayuda a entender el mundo del más allá a través de multitud de símbolos e imágenes comprensibles para el hombre de su tiempo. También hoy debemos emplear esta pedagogía de los símbolos para hablar del mundo sobrenatural, más que utilizar largos y sesudos razonamientos que a nuestros oyentes les cuesta seguir.
Estos domingos de Pascua pueden ser un buen momento para renovar nuestras catequesis, nuestra predicación. La abundancia de imágenes y las nuevas tecnologías nos ayudarán a presentar nuestra fe más atrayente e inteligible.
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