jueves, 13 de junio de 2013

XI DOMINGO ORDINARIO

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS GÁLATAS 2, 16. 19-21
Hermanos:
Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto de la ley, la muerte de Cristo sería inútil.

COMENTARIO
            La ley que sirve al hombre, que es liberadora, que salva, que busca la justicia nace de un espíritu comprometido con el bien del hombre, buscando siempre la equidad, la fraternidad; en pocas palabras, la ley merecedora de respeto, la verdadera ley la inspira el amor. De esta ley universal se derivan otras leyes menores, que tratan de salvar valores relacionados directamente con el amor: la justicia, la equidad, la paz, el bienestar general, el orden… Ahora bien, cuando el intérprete de la ley, el que tiene la tarea de hacerla cumplir quiere ser fiel y estricto, corre el peligro de cometer graves injusticias, precisamente para salvaguardar la ley y que todos sean tratados con igualdad, porque “la ley obliga a todos por igual”.

            Esta sencilla idea viene ilustrada en estos días finales del curso escolar en los colegios españoles. En la mayoría de ellos los padres y tutores de los alumnos están solicitando una ayuda para la adquisición de los libros de texto del próximo curso. La normativa parece haber contemplado todos los casos, pero quien está a la ventanilla recogiendo los impresos de solicitudes observa que no es así y que no está en su mano ni en la del legislador el solucionarlo fácilmente, al menos para el próximo curso. Efectivamente quien solicita una ayuda es porque la necesita al quedarse en paro y no tener otros ingresos; sin embargo, si usted se ha quedado en paro en el año 2015, no tiene derecho a esa pequeña ayuda porque los datos que deben reflejarse en la solicitud son los del 2014, año en el que usted vivía holgadamente y no tenía derecho a tal ayuda. Y se da la situación contraria, en que hoy usted puede vivir sin problemas económicos porque ha encontrado un trabajo que le permite una vida económicamente holgada; ahora bien, usted en el 2014 vivía casi en la miseria y reunía las condiciones para acceder a esa generosa ayuda; por lo tanto, hoy usted puede incrementar sus ingresos, aun habiendo otros que los necesitan más que usted. La ley humana nos sorprende frecuentemente con estas incongruencias.

            San Pablo nos habla hoy también de la ley y afirma que la ley no salva, que lo único que salva es la fe en Cristo crucificado; Y la fe en Cristo se hace evidente en el amor desinteresado, que lleva idefectiblemente a la cruz, desde donde el propio Cristo nos salvó. La ley del amor encierra en sí todas las leyes, a decir del propio Jesús en el evangelio.


            Si hoy nos quedamos con este sencillo mensaje de san Pablo, seguro que comenzaremos a leer en el espíritu de toda ley elaborada por los hombres y seremos un poco menos injustos en su aplicación. Los creyentes debemos ser modelos en la interpretación de las leyes.
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