jueves, 19 de septiembre de 2013

XXV DOMINGO ORDINARIO - C

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 2, 1-8
Querido hermano:
Te ruego, pues, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en el mundo, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: este es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los paganos en fe y verdad. Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.

COMENTARIO
            En el proyecto salvador de Dios Padre ocupa un lugar destacado la plegaria. La oración nos hace sentir la necesidad que tenemos de ser auxiliados; nuestras solas fuerzas no son suficientes para lograr la felicidad del hombre. Dios parece complacerse en nuestra necesidad de él: La oración nos coloca en nuestro puesto en el proyecto salvador de Dios.
            El reconocimiento de nuestra propia limitación le permite a Dios Padre llevar a cabo la obra salvadora del hombre. Nuestra libertad nos da la facultad de aceptar a Dios o rechazarlo. Quien se cree con la capacidad suficiente de salvarse a sí mismo no necesita del auxilio de Dios y, por lo tanto, impide que Dios actúe en él, pues Dios no coharta nuestra libertad. Esta es la grandeza del hombre: Puede decir sí o no a Dios. La oración humilde nos sitúa en el sí a Dios, y desde aquí Dios encuentra el camino abierto para su actuación salvadora.
            San Pablo hoy nos invita a rezar por todos para que todos se sitúen en el proyecto salvador de Dios. Nadie debe quedar fuera del campo de la oración del creyente: Dios es un padre que ama a todos, que hace llover sobre justos e injustos, que quiere la felicidad de todos, porque todos son sus hijos.
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