SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES 1, 11-2, 2
Hermanos:
Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de
vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la
tarea de la fe; y para que así Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria y
vosotros seáis la gloria de él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.
Os rogamos, a propósito de la última venida de nuestro Señor Jesucristo y de
nuestro encuentro con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis
por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras: como si afirmásemos que
el día del Señor está encima.
COMENTARIO
Esta carta
parece escrita en una época tardía. Hay otras cartas en las que Pablo habla de
la venida inminente del Señor; que no vale sino esperar que de un momento a otro
se manifieste el Señor en su segunda venida; por lo tanto, el que esté casado,
como si no lo estuviera; el que disfruta, como si no disfrutara…; lo único que
importa es que el Señor, cuando llegue, nos encuentre en vela, preparados,
esperándolo.
San Pablo anima a los creyentes a no obsesionarse con la segunda venida, pues ello está haciendo que muchos pierdan la verdadera perspectiva del vivir: seguir la vocación para la que estamos llamados. Dios Padre es quien se ocupa de determinar cuándo será ese día; nosotros esforcémonos en ser buenos cristianos, manteniéndonos firmes en el peregrinaje, no exento de sufrimiento, de la fe; con la esperanza puesta en la meta final, que es el triunfo del Señor resucitado. Así seremos nosotros su gloria – afirma san Pablo.
San Pablo anima a los creyentes a no obsesionarse con la segunda venida, pues ello está haciendo que muchos pierdan la verdadera perspectiva del vivir: seguir la vocación para la que estamos llamados. Dios Padre es quien se ocupa de determinar cuándo será ese día; nosotros esforcémonos en ser buenos cristianos, manteniéndonos firmes en el peregrinaje, no exento de sufrimiento, de la fe; con la esperanza puesta en la meta final, que es el triunfo del Señor resucitado. Así seremos nosotros su gloria – afirma san Pablo.
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