jueves, 7 de noviembre de 2013

XXXII DOMINGO ORDINARIO - C

SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES (2, 16--3, 5)

Hermanos:
Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre -que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza- os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios, siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Malo. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.

COMENTARIO

«(…) Que la palabra de Dios (…) nos libre de los hombres perversos y malvados». ¿Habrá hombres perversos y malvados en nuestro mundo o eso era propio de los tiempos de san Pablo? ¿Quién se atrevería a acusar a otro de ser malvado? ¿Acaso no somos todos hijos del mismo Padre, Dios? ¿Alguien osaría afirmar de su hermano que es malo? ¿No será demasiado atrevida esta aseveración de san Pablo?
Ciertamente que la aseveración de san Pablo no es exagerada. san Pablo nos previene contra una inocente credulidad Ahora y en los tiempos pasados la maldad se enseñorea en nuestro mundo y esta perversión la hacen visible los hombres que obran el mal: los pecadores.
¿Quién se atrevería a acusar a un semejante de pecador? Nos resulta sencillo, por el contrario, identificar y señalar a los hombres buenos. Sin embargo, el pecado lo vemos porque hay hombres que lo hacen visible con sus obras. El pecado, la perversión, la maldad en abstracto no se percibe, del mismo modo que la bondad tampoco: Vemos la bondad en los hombres que hacen obras buenas, del mismo modo que percibimos la maldad en los hombres que obran el mal.
Pues bien, san Pablo pide para que Dios Padre nos libre de los hombres que obran el mal y nos dé fuerzas para todo tipo de obras buenas.
La fe no es de todos -afirma san Pablo. Es necesario que los llamados a la fe perseveremos en obrar el bien en toda ocasión, para que resplandezca la bondad en el mundo y ensombrezca la maldad de los hombres que obran el mal.
El Espíritu de Dios nos ayudará a perseverar en el bien.

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