viernes, 22 de noviembre de 2013

XXXIV DOMINGO ORDINARIO - C (Cristo Rey)

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS COLOSENSES 1, 12-20

Hermanos:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

COMENTARIO

          Jesús reina «haciendo la paz por la sangre de su cruz». Tiene poco que ver el modo de reinar de Crsito con el de nuestros reyes, jefes de estado, políticos… San Pablo nos lo describe muy bien en este himno cristológico que él recoge en su carta a los colosenses.

          El reinado de Cristo y, por consiguiente, de sus discípulos se construye a través del servicio, del desinterés por los necesitados. La autoridad se ejerce entregándose a tope a los que llaman cada día a la puerta de nuestra opulencia. El dominio sobre los demás se adquiere agachándote a lavarles los pies, como el Señor a sus discípulos en el Cenáculo. El prestigio se logra siendo misericordiosos, generosos, desprendidos…

          Si adoptamos el modo de proceder del Señor, entonces también nosotros reinaremos al final de los tiempos; al presentarnos ante el Padre en el último día, él nos pondrá a la derecha del Hijo en el reino de los cielos; él nos hará sentar a la mesa del banquete celestial y él mismo nos servirá.

          Lo curioso y asombroso de este proceder es que si nuestros gobernantes y todos los que ejercemos algún tipo de autoridad actuáramos de acuerdo a este programa evangélico, nuestro mundo cambiaría de aspecto de modo inmediato. Como no estamos convencidos de ello, así nos luce el pelo.
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