CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS COLOSENSES 3,12-21
Hermanos:
Como pueblo elegido de Dios, pueblo
sacro y amado, sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la
humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos,
cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced
vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la
unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a
ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Y celebrad la Acción de Gracias: la
palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a
otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de
corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o
de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios
Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de
vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres,
y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que
eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que
pierdan los ánimos.
COMENTARIO:
Hoy lo que está en crisis no es
tanto la familia, cuanto la indisolubilidad familiar, la unidad de la familia. Esta unidad
se fundamenta y se edifica no de una vez para siemrpre (el día de la boda),
sino día a día, en cada instante, con cada acción, en cada palabra. Aquí radica
el meollo del problema. Ahora bien, la unidad tiene como cimiento el amor
mutuo.
¿Cómo se entiende eso del amor mutuo? ¿Cómo se logra? Ahí
está el modelo de unidad que nos ofrecen tantas familias. Preguntémosles,
interroguemos también a nuestros propios padres cómo lo han conseguido ellos.
Muchos no nos van a saber responder con exactitud, pero en el transfondo de las
dos primeras lecturas que escuchamos en la eucaristía de este domingo
encontramos la respuesta.
La unidad se consigue con el amor. Este se consigue con el
perdón mutuo, la renuncia, la entrega sin contrapartidas, con la humildad,
soportando el uno las cargas del otro, buscando más el complacer al otro que a uno
mismo… Fruto del amor son los hijos, que son la expresión sacramental del amor
familiar.
La unión que se basa en el patrimonio del otro, en el
atractivo físico, en la simple amistad de unos encuentros esporádicos, en la
simpatía… no perdura en el tiempo. Solo el amor fundamentado en las virtudes
expuestas en esta carta del apóstol san Pablo es duradero.
A las familias, a cualquier grupo y comunidad cristiana o
religiosa le hará bien el leer y meditar las dos primeras lecturas de este
domingo. No necesitan mayor explicación.
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