viernes, 13 de diciembre de 2013

III DOMINGO DE ADVIENTO - A

CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO 5, 7-10
Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

COMENTARIO:

            En el trasfondo del texto de esta carta se adivinan las inquietudes de la primitiva comunidad cristiana: ¿Cuándo vendrá por fin el Señor?, ¿hasta cuándo debemos esperar?, ¿no será todo un engaño o un error de cálculo?, ¿mientras él llega, hemos de seguir soportando el sufrimiento, las persecuciones, el menosprecio, la humillación?, ¿hasta cuándo vamos a ser el hazmerreír de los gentiles?, ¿se habrá olvidado el Señor de nosotros?

           Interrogantes semejantes a estos nos preguntamos los creyentes hoy: ¿Por qué somos perseguidos los cristianos, hasta en los países más civilizados y democráticos, si lo único que hacemos es el bien a todos?, ¿por qué no actúa el Señor ante tanta injusticia, catástrofe, sufrimiento de los pobres, indefensos…?, por qué no se manifiesta ya el Señor con todo su poder?, ¿estaremos siendo víctimas de un engaño?

            El Adviento es tiempo de espera y esperanza; pero no es un tiempo que dura cuatro semanas, puede prolongarse y de hecho viene durando ya 20 siglos de cristianismo. Por ello, la carta de Santiago hoy puede ser una buena ayuda en los momentos de duda, de interrogantes, de inquietud, de nerviosismo, de desilusión… Es tan válida hoy como en tiempos del apóstol.

             Necesitamos la paciencia del labrador, quien espera el fruto que parece retrasarse y que, a veces, se esfuma uno y otro año; sin embargo, mantiene la esperanza en cada siembra que hace y al final obtiene el fruto que tanto ha anhelado.

             La segunda advertencia de Santiago también nos sirve hoy: No caigamos en la crítica despiadada, en la murmuración; no hablemos mal los unos de los otros. Cuando la espera se prolonga es fácil caer en esta tentación.

Por últimos nos presenta a los profetas como modelos de espera gozosa. Ellos no vieron el cumplimiento de las promesas que anunciaban, pero se mantenían alegres en la esperanza e intentaban contagiar su entusiasmo al pueblo. Los profetas de todos los tiempos son un ejemplo a seguir por los evangelizadores de hoy.

            Con seguridad, el Señor viene y ya está cerca: Esperemos su venida con nuestra vela encendida.
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