jueves, 5 de diciembre de 2013

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

CARTA A LOS ROMANOS 15, 4-9
Hermanos:
Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo.
En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: «Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre».

COMENTARIO

         La comunidad de cristianos de Roma era, en tiempos de Pablo, una comunidad compleja: La formaban cristianos provenientes del judaísmo y del paganismo. La unanimidad de ideas era poco menos que inalcanzable. ¿Habrían de tener cierta primacía los judeocristianos sobre el resto? ¿Quiénes eran los verdaderos herederos de las promesas? Estas y otras cuestiones preocupaban a la comunidad. El autor de la carta a los romanos sale al paso.

             Pablo no propone uniformidad de ideas, pero sí que se acojan los unos a los otros como Cristo nos acogió a todos, también a los pecadores, dando a los gentiles la posibilidad de pertenecer al nuevo pueblo de Dios, con los mismos derechos.

         Para lograr esta meta es necesario prestar atención a las Escrituras: Ellas y nuestra paciencia nos ayudarán a mantener viva la esperanza. Solo así alcanzaremos la meta de alabar unánimes a Dios Padre de todos.

         Estamos ante un hermoso pasaje de la Escritura que nos puede ayudar a los cristianos en nuestro camino hacia la unidad: Formar una única comunidad de creyentes en Cristo resucitado.
*********

No hay comentarios:

Publicar un comentario