jueves, 9 de enero de 2014

BAUTISMO DEL SEÑOR - A

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10, 34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y práctica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él».

COMENTARIO

El texto recoge las palabras de Pedro en casa de Cornelio, un gentil. En esta predicación de Pedro en casa de un pagano destacan tres ideas importantes para cualquier discípulo del Señor
Queda claro -afirma Pedro- que todos estamos llamados a la salvación, porque Dios no hace distinciones. Para los creyentes todos son hijos de Dios, todos son llamados a la filiación adoptiva.
Jesús es ungido por el Espíritu, quien le animará en su tarea evangelizadora. Es la fuerza con la que también contarán sus discípulos hasta el final de los tiempos. La tarea evangelizadora conlleva rechazo y sufrimiento para abrirse camino; y el evangelizador casi nunca llega a ver los frutos de su siembra; sin embargo, la fuerza del Espíritu le acompaña siempre.
El apóstol está llamado a pasar por el mundo haciendo el bien a todos: curar a los enfermos, perdonar a los pecadores, sanar a los oprimidos por el diablo, entregar su vida por la salvación de todos. Se trata de la misión del Sievo de Yahvé.
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