PRIMERA
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 2, 1-5
Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a
anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría,
pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y
este crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra
y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la
manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
COMENTARIO
San
Pablo había sido el fundador de la comunidad cristiana de Corinto; pero llegó a
tal punto de desencuentro con ellos que se ve obligado a tratar de recuperar la
primera relación de amistad. Les escribe una serie de cartas, que nosotros
conocemos ya recopiladas en dos.
Aquí
Pablo les recuerda cómo se presentó ante ellos: con el poder del espíritu y con
la sabiduría de la Cruz.
Pablo no presume de ser sabio humanamente hablando, ni se
considera un experto orador. Desde esta perspectiva pretender ganarse de nuevo
el aprecio de los Corintios, no a él, sino a su mensaje. Pablo no se predicó a
sí mismo, como algunos creen sino a Cristo y este crucificado.
Aquí
tenemos todo un modelo de evangelizador. El apóstol debe ser consciente de que
su tarea es anunciar el evangelio con el poder del Espíritu y que este trabajo
se lleva a cabo a través del sufrimiento, de la cruz.
Una
aplicación práctica: Cuando busquemos un buen predicador para la fiesta del
patrono del pueblo, para una novena, no busquemos un buen orador sino un buen
testigo del evangelio, que su persona sea la imagen de la cruz por la que debe
pasar todo buen cristiano.
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