miércoles, 30 de abril de 2014

III DOMINGO DE PASCUA - A

CARTA DEL APÓSTOL SAN PEDRO 1, 17-21

Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.

COMENTARIO

            «Tomad en serio vuestro proceder en esta vida». La Pascua nos llama a la coherencia de vida, a ser consecuentes con nuestra fe. En nuestras obras los no creyentes tienen que ver el rostro de Cristo resucitado.
            «Os rescataron a precio de la sangre de Cristo». Por tanto, en todo hombre arde la luz de la imagen de Dios, por muy desgraciada que consideremos su vida. Esa mínima luz es posible aderezarla de modo que alumbre a todos los demás. El cristiano es aquel que nunca abandona la luz de Jerusalén y se encamina hacia la oscura Emaús. El creyente nunca desespera.
            «Por Cristo vosotros creéis en Dios». Cristo es el camino hacia el Padre. Solamente recorriendo el camino del Cristo muerto en la Cruz y resucitado llegamos al Padre. La Pascua es el ‘paso’ hacia el Padre.
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