viernes, 17 de octubre de 2014

XXIX DOMINGO ORDINARIO - A

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES 1, 1-5b

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.

COMENTARIO

El DOMUND, que recordamos cada octubre del año nos brinda la oportunidad de ofrecer una breve reflexión relacionada con el ser y el hacer de nuestros misioneros.
Los misioneros no constituyen un grupo a modo de ONG, son algo distinto y diferente. Loable es la labor de muchas ONG; sin embargo hay algo en nuestros misioneros que les diferencia. Pablo, Silvano y Timoteo nos ofrecen las claves para la comprensión de esta idea.
Aquellos primeros misioneros del cristianismo se encarnan de tal modo en la comunidad de Tesalónica que les llevan en su recuerdo, les sienten en lo más íntimo de su ser, brotan espontáneamente en su plegaria, porque en la oración recopilamos las vivencias más profundas y las presentamos a Dios Padre.
Se daba una simbiosis tan profunda entre misioneros y misionados, que la fe, la esperanza y el amor van al unísono: la comunidad cree, espera y ama como ellos; Pablo Silvano y Timoteo se han convertido en ejemplo a imitar; y la fuerza del Espíritu que les transmitieron ha obrado el milagro de la asimilación de la Buena Nueva que les transmitieron.
Aquí, me parece a mí, radica la diferencia entre nuestros misioneros de hoy y las ONG.
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