PRIMERA
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES 1, 1-5b
Pablo,
Silvano y Timoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el
Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por
todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro
Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro
amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien
sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se
proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza
del Espíritu Santo y convicción profunda.
COMENTARIO
El DOMUND, que recordamos cada
octubre del año nos brinda la oportunidad de ofrecer una breve reflexión
relacionada con el ser y el hacer de nuestros misioneros.
Los misioneros no constituyen un
grupo a modo de ONG, son algo distinto y diferente. Loable es la labor de
muchas ONG; sin embargo hay algo en nuestros misioneros que les diferencia.
Pablo, Silvano y Timoteo nos ofrecen las claves para la comprensión de esta
idea.
Aquellos primeros misioneros del
cristianismo se encarnan de tal modo en la comunidad de Tesalónica que les
llevan en su recuerdo, les sienten en lo más íntimo de su ser, brotan
espontáneamente en su plegaria, porque en la oración recopilamos las vivencias
más profundas y las presentamos a Dios Padre.
Se daba una simbiosis tan
profunda entre misioneros y misionados, que la fe, la esperanza y el amor van
al unísono: la comunidad cree, espera y ama como ellos; Pablo Silvano y Timoteo
se han convertido en ejemplo a imitar; y la fuerza del Espíritu que les
transmitieron ha obrado el milagro de la asimilación de la Buena Nueva que les
transmitieron.
Aquí, me parece a mí, radica la
diferencia entre nuestros misioneros de hoy y las ONG.
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