PRIMERA
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES 1, 5c-10
Hermanos:
Sabéis
cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros
seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta
lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para
todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra comunidad, la
palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas
partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros
no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los
detalles de la visita que os hicimos: cómo, abandonando los ídolos, os
volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la
vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los
muertos y que nos libra del castigo futuro.
COMENTARIO
La
ilusión de todo misionero es ver cómo el primer anuncio de la fe que él hace se
multiplica por medio de los primeros evangelizados en una progresión
geométrica. Esta es precisamente la alegría de Pablo cuando escribe a los
tesalonicenses: ya no tiene necesidad de seguir transmitiendo el mensaje del
evangelio porque se extiende a través de los nuevos creyentes.
El
mensaje de la fe se transmite por la palabra y por el testimonio; y el mensaje
habla del mandamiento más importante de la Ley: amar a Dios con todo el corazón,
con toda el alma y con todas las fuerzas (Deuteronomio). Este es el
anuncio que hace la comunidad de Tesalónica: han abandonado los ídolos y se
dedican por entero a servir a Dios.
En el
versículo final de este pasaje está encerrado el segundo mandamiento más importante,
amar al prójimo como a uno mismo. En efecto, vivir aguardando la vuelta del
Señor es vivir como el propio Maestro nos enseñó a vivir: Amaos los unos a los otros como
yo os he amado.
En estos dos mandatos se compendia toda la Ley y los profetas, a decir
de Jesús en el evangelio que escuchamos en este domingo.
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