jueves, 20 de noviembre de 2014

XXXIV DOMINGO ORDINARIO - A

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 15, 20-26a. 28
Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

COMENTARIO

La comunidad de Corinto vive en la duda: ¿Ha resucitado de verdad Cristo? Pablo tiene que salir al paso una vez más. El fundamento de toda comunidad creyente es la fe en la resurrección. Sin esta fe no hay comunidad de creyentes. Para los griegos la resurrección no es cierta porque los muertos no resucitan; si los muertos no resucitan, Cristo tampoco ha resucitado. Sin embargo, Pablo da la vuelta al argumento griego: Cristo ha resucitado y por lo tanto los muertos resucitan. Aquí está el punto de partida de cualquier comunidad cristiana.
Ahora eso sí, primero es Cristo y luego los demás, los que hemos creído en él. El proyecto de Dios es un proyecto de vida y no de muerte; la resurrección es fruto del poder de Dios sobre la muerte, que será el último enemigo aniquilado.
Todo será sometido al Hijo y cuando todo le esté sometido, él también se someterá a Dios Padre, y así Dios lo será todo para todos.
Ahora bien, ¿aceptamos de verdad que Dios sea todo para todos?, ¿nos vemos en esa totalidad con los pobres, los de otra raza, los de otra religión, los de otra forma de pensar, los de otro partido político, los de otra nación, los emigrantes… los pecadores? El día del juicio final, que ya se está celebrando en estos momentos, se nos pregunta si somos compasivos con los ancianos, los pobres, los enfermos repelentes, los sin papeles, los emigrantes, los de otra religión, nación, raza, ideología… los pecadores. La respuesta debemos de ir dándola ya ahora, no esperar a un futuro más o menos lejano.
Hemos de facilitarle la tarea a Dios Padre para que sea todo para todos; él lo va a conseguir con nosotros o sin nosotros, pero nos quiere a todos sus hijos ahí, trabajando en su viña.
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