miércoles, 17 de diciembre de 2014

IV DOMINGO DE ADVIENTO - B

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 16,25-27
Hermanos:
Al que puede fortaleceros según el evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús -revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe-, al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

COMENTARIO

Los humanos cuando queremos que el mundo se entere de nuestras actuaciones, de nuestras puestas en escena, proclamamos a bombo y platillo nuestras fiestas, nuestros logros, nuestros títulos, nuestras acciones exitosas.
Dios no es así. Cuando Dios decide intervenir en la historia de la humanidad, lo hace en silencio, sin alharacas, sin ruido, calzando zapatillas de noche para no molestar. Dios decide dar una compañera al hombre al inicio de la historia humana y sume al primer hombre, Adán, en un profundo sueño; cuando decide que su hijo se encarne, comparta nuestra historia, tan solo María es consciente de esta intervención; cuando por fin su hijo nace en un establo, sucede en la noche, en el silencio del profundo primer sueño de los hombres. Dios no molesta, Dios salva en el silencio. He aquí toda una pedagogía de la actuación salvadora de Dios.
Pues bien, a este Dios, único sabio, es a quien Pablo glorifica e invita a la primitiva comunidad de creyentes a dar gloria por siempre.
Aprendamos en el misterio de la Navidad cómo ha de ser nuestra acción salvadora en medio de la humildad. El amor desinteresado es el camino silencioso y único eficaz de salvación.
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