HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10, 34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo
teme y práctica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los
israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el
bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret,
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
COMENTARIO
Este pasaje está situado en la casa de Cornelio y forma
parte del discurso de Pedro.
Varios pensamientos podemos recoger de él.
En primer lugar, Dios no hace acepción de personas, es
decir, todos, judíos y gentiles hemos sido llamados a ser hijos de Dios por el
bautismo.
En segundo lugar, Jesús inicia su tarea en Galilea, no en
Judea. Judea es la tierra de los sabios, de los ricos, de los entendidos en la Ley. Galilea , por el
contrario, es la región de los pobres, de los ignorantes. De Galilea no puede
salir nada bueno, argumento en el que se basan los conocedores de las
Escrituras para no creer en el mesianismo de Jesús. Dios opta preferentemente,
desde el primer momento de su encarnación, por los pobres, los ignorantes, los
oprimidos por el diablo, sin excluir tampoco a los demás.
En tercer lugar, Jesús nos trae los dones del Padre: la
fuerza del Espíritu, la paz y el bienhacer.
Nosotros, que hemos recibido la fuerza del Espíritu el día de nuestro
bautismo, emprendamos la tarea del anuncio de la salvación empezando por los
humildes, los pobres, los oprimidos… Extendamos el anuncio a todos los hombres,
sin distinción. Llevemos la paz y hagamos siempre el bien.
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