PRIMERA
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 6,13c-15a.17-20
Hermanos:
El
cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el
cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a
nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une
al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier
pecado que cometa el hombre queda fuera del cuerpo. Pero el que fornica, peca
en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os
poséis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por
tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
COMENTARIO
San Pablo recoge en el texto la
concepción cristiana del hombre como una totalidad. El cuerpo no es algo a
despreciar, algo de lo que haya que desprenderse, algo impuro, pecaminoso,
enfermizo…; y el ser humano ha de dedicar todo su empeño a prescindir de él, a
vivir como si no formara parte de todo su ser.
San Pablo habla de asumirlo como
parte de uno mismo, de cuidarlo con mimo, quererlo; lo ensalza a la categoría
de ser nada menos que templo donde habita el Espíritu Santo. El cuerpo lo hemos
recibido de Dios Padre y a él está destinado. Cuando él nos llama a seguirlo,
nos invita a entregarnos a él en cuerpo y alma –así decían nuestros
antepasados.
De esta visión cristiana, magistralmente sintetizada en la carta de
Pablo a los corintios, se desprende la necesidad y la obligación de cuidar
nuestro cuerpo: su salud, su belleza, su energía… Nuestro cuerpo, Movido por la
inteligencia y la voluntad es capaz de lo mejor, pero también de lo peor. San
Pablo nos invita a impulsarlo a actuar siempre hacia el bien: esto es responder
con fidelidad a la llamada que Dios nos hace.
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