jueves, 15 de enero de 2015

II DOMINGO ORDINARIO - B

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 6,13c-15a.17-20
Hermanos:
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera del cuerpo. Pero el que fornica, peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poséis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

COMENTARIO

San Pablo recoge en el texto la concepción cristiana del hombre como una totalidad. El cuerpo no es algo a despreciar, algo de lo que haya que desprenderse, algo impuro, pecaminoso, enfermizo…; y el ser humano ha de dedicar todo su empeño a prescindir de él, a vivir como si no formara parte de todo su ser.
San Pablo habla de asumirlo como parte de uno mismo, de cuidarlo con mimo, quererlo; lo ensalza a la categoría de ser nada menos que templo donde habita el Espíritu Santo. El cuerpo lo hemos recibido de Dios Padre y a él está destinado. Cuando él nos llama a seguirlo, nos invita a entregarnos a él en cuerpo y alma –así decían nuestros antepasados.
De esta visión cristiana, magistralmente sintetizada en la carta de Pablo a los corintios, se desprende la necesidad y la obligación de cuidar nuestro cuerpo: su salud, su belleza, su energía… Nuestro cuerpo, Movido por la inteligencia y la voluntad es capaz de lo mejor, pero también de lo peor. San Pablo nos invita a impulsarlo a actuar siempre hacia el bien: esto es responder con fidelidad a la llamada que Dios nos hace.
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