PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 7, 29-31
Hermanos:
Os digo esto: el momento es apremiante. Queda como solución
que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si
no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran,
como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de
él: porque la representación de este mundo se termina.
COMENTARIO
«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio». En esta perspectiva, que encontramos en el relato evangélico de Marcos, debemos entender la serie de paradojas que Pablo presenta a los corintios en su carta. Lo importante es la meta final; las diversas situaciones que se dan en el camino de la vida son etapas, dolorosas con frecuencia, pero etapas que no nos deben impedir la visión, el deseo y esperanza en alcanzar la meta final. Necesitamos de una conversión (retorno) frecuente mientras estamos en este mundo.
Pablo no desprecia la vida de este mundo, como tal
vez se nos ocurra pensar; el camino de la vida es necesario recorrerlo, pero
ninguna vivencia hemos de tenerla como meta de nuestra vida, el creyente aspira
a una meta superior, de la que los diversos logros de la vida cotidiana son una
imagen lejana de la felicidad final. Por lo tanto, ya pasemos por momentos
difíciles, ya por momentos de felicidad momentáneos, ni los primeros son el
fracaso definitivo, ni los otros el triunfo final de nuestra historia personal
o colectiva. Dios Padre nos tiene preparado un final glorioso a todos sus
hijos, y esto no hemos de perderlo nunca de vista. Que nada ni nadie ofusque
nuestra mente.
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