PRIMERA CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 7, 32-35
Hermanos:
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se
preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el
casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y
anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los
asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada
se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo
esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una
cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
COMENTARIO
Pablo aborda los problemas que le presenta la iglesia de
Corinto. En la cuestión del celibato, es muy probable que los corintios le
comprendan más fácilmente que los judíos. Para los judíos el celibato es poco
apreciado, sin embargo, para los griegos es bien visto y considerado en
aquellas personas que han decidido dedicar su vida a la ciencia, a la sabiduría.
Así pues, Pablo aconseja el celibato para poder dedicarse
con mayor libertad y entrega al anuncio del evangelio, a la misión. El anuncio del
Reino es tan importante y urgente que pide una dedicación exclusiva; todo lo
demás es intranscendente, o se nos dará por añadidura, porque de sobra sabe
Dios Padre cuáles son nuestras necesidades materiales y proveerá con
generosidad.
Si bien, Pablo y la comunidad cristiana viven aquellos
momentos como los previos de la parusía final: la representación de este mundo
se acaba y no merece la pena preocuparse por el mañana; No obstante, es cierto
que quienes han optado por el celibato para dedicarse con mayor libertad al
Señor, merecen nuestra aprobación y elogio. Tampoco Pablo excluye la vida
matrimonial de la tarea misionera ni de la perfección cristiana.
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