martes, 24 de febrero de 2015

II DOMINGO DE CAURESMA - B

LIBRO DEL GÉNESIS 22, 1-2.9-13.15-18
En aquellos días Dios puso a prueba a Abrahán llamándole:
-¡Abrahán!
Él respondió:
-Aquí me tienes.
Dios le dijo:
-Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor gritó desde el cielo:
-¡Abrahán, Abrahán!
Él contestó:
-Aquí me tienes.
Dios le ordenó:
-No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
-Juro por mí mismo --oráculo del Señor--: Por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistaran las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.

COMENTARIO

Nadie mejor que el propio Dios para comprender la angustia de un padre que se ve avocado a sacrificar a su único hijo. De ahí el lógico desenlace de la historia que nos narra el autor del Génesis: Que el padre vea multiplicada su descendencia como las arenas de las playas y que en él se sientan bendecidos todos los pueblos de la tierra.
La lectura de este texto, en el primer lugar de las lecturas que se nos ofrecen en este domingo a nuestra consideración, nos ayuda ciertamente a comprender el inmenso dolor de Dios Padre ante el sacrificio de su hijo primogénito; sin embargo, al mismo tiempo, también somos conscientes del inmenso amor que Dios nos tiene al entregar a su hijo.
Hoy se nos invita a tomarnos en serio nuestro pecado y el plan de redención de nuestro Dios: alegría y agradecimiento por parte de todos sus hijos, al tiempo que emulación en nuestra entrega generosa a la tarea salvadora de Dios Padre.
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