miércoles, 4 de marzo de 2015

III DOMINGO DE CUARESMA - B

LIBRO DEL ÉXODO 20, 1-17
En aquellos días el Señor pronunció las siguientes palabras:
- Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos -figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra-. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso dedicado al Señor, tu Dios: No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que vive en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó, por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni un asno, ni nada que sea de él.

COMENTARIO

Una vez liberado el pueblo de la esclavitud de Egipto, Yahvé se dirige al pueblo judío hablándole en un lenguaje en el que pueda ser comprendido. Yahvé quiere establecer una alianza con los hijos de Jacob y se sitúa en el puesto de señor respecto a los hijos de Israel, quienes pueden ser sus vasallos si así lo desean. El pueblo sabe de qué va este tipo de pactos: sabe que el señor ha de ofrecer garantías seguras de cumplir sus promesas, de ser fiel; ellos, por su parte, deben cumplir con los preceptos que su señor les imponga. La liberación de Egipto y el paso del mar Rojo es signo evidente del poder de Yahvé.
Ahora bien, observamos que hay algunas diferencias entre la alianza que ofrece Dios a su pueblo y la que ofrecen ordinariamente los señores a sus vasallos. El Dios de Israel es quien toma la iniciativa del pacto, no es el pueblo quien se escoge al señor. Por otra parte, Dios ha elegido a este pueblo, entre el resto de los pueblos, exclusivamente por amor, no por sus virtudes ni porque este pueblo tenga fama probada de haber sido fiel a otros señores. Es más las cláusulas del contrato son sencillas de cumplir, no les pide un imposible. Aún más, Dios no va a romper este pacto jamás: Él es siempre fiel, no puede negarse a sí mismo.
El resto de la historia de este pacto ya lo conocemos: toda una historia de incumplimientos por parte del pueblo, poniendo a prueba la fidelidad de Dios. Constantemente el pueblo de Israel va a estar exigiendo a Yahvé signos; sin embargo, el único signo que se le dará será el de la Cruz, donde se muestra la fuerza y sabiduría de Dios. La salvación, para judíos y no judíos, consistirá en aceptar este único y definitivo signo.
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