miércoles, 11 de marzo de 2015

IV DOMINGO DE CUARESMA - B

SEGUNDO LIBRO DE LAS CRÓNICAS 36, 14-16. 19-23

En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías:
- Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.
En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
- Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!

COMENTARIO

La historia del pueblo de Israel se puede resumir como una historia de un pueblo que no consigue ser fiel a su Dios mientras que su Dios mantiene su fidelidad hasta el extremo, para lograr llevar a su pueblo a la salvación.
El cronista resume esa historia magistralmente: El pueblo vive apegado a las costumbres de los pueblos paganos que le llevan a la aniquilación; la constante ruptura del pacto con Yahvé colma la paciencia de este y, a través de un prolongado y pedagógico exilio, consigue que el pueblo recapacite y vuelva a añorar el templo y la Ciudad Santa, Jerusalén. Ciro, rey de Persia será el artífice del que se sirve Yahvé para hacer retornar a su pueblo.
Y es que el Dios de Israel es un juez misericordioso: juez que administra justicia, pero que su misericordia templa la condena merecida: «La misericordia se ríe del juicio» -reza el salmista.
En este texto encontramos un anticipo de la revelación definitiva que el propio Hijo de Dios nos hará sobre el amor de Dios Padre: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él» - recuerda Jesús a Nicodemo en el texto evangélico de san Juan.
Hoy es un buen día para meditar sobre el amor que Dios nos tiene y prorrumpir en una plegaria de agradecimiento y compromiso de vida.
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