miércoles, 25 de marzo de 2015

DOMINGO DE RAMOS - B

LIBRO DE ISAÍAS 50, 4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

COMENTARIO

Con este texto, de literatura bellísima, la Iglesia nos invita a leerlo en el contexto de los nuevos tiempos, los tiempos de Jesús, el Hijo de Dios, enviado, como el profeta en los tiempos del destierro de Babilonia, a decir una palabra de consolación a su pueblo. Esta palabra la vamos a escuchar a lo largo de la Semana Santa, que ahora iniciamos. Estemos atentos al mensaje que para nosotros hoy nos trae.
Como el profeta, el Hijo de Dios se presenta como el siervo enviado, expuesto a todo tipo de vejaciones, sufriente, no respondiendo a los ultrajes, insultos o amenazas que contra él se dirigen.
La misión del Hijo de Dios es triunfadora, a pesar del aparente fracaso, y salvadora para todos los que crean en él.

Al mismo tiempo, esta imagen del Hijo de Dios debe trasparentarse en sus discípulos. Este es el compromiso que debemos asumir los que en él hemos creído. Este ha de ser el camino de evangelización de los nuevos tiempos, inaugurados por Jesús.
*************

No hay comentarios:

Publicar un comentario