miércoles, 15 de abril de 2015

III DOMINGO DE PASCUA - B

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 3, 13-15.17.19
En aquellos días, Pedro dijo a la gente:
-El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis ante Pilato, cuando había declarado soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados.

COMENTARIO

Para un hebreo un muerto ya no puede llevar a cabo ningún tipo de actividad, pues ya no pertenece al mundo de los vivos. Esto lo entienden bien los israelitas cuando escuchan la explicación de Pedro. Si Pedro afirma que el milagro ha sido realizado con el poder de Jesús, a quien ellos han mandado crucificar, es que el tal Jesús aún vive, porque sigue haciendo milagros; y si vive, es que ha resucitado. Esta sencilla argumentación emplea Pedro en su discurso para mostrar a través del signo milagroso que Jesús ha sido resucitado por Dios Padre y vive, y sigue realizando su acción salvadora.
¿Cuántos hebreos se convirtieron aquel día? Lo ignoramos, pero ahí tenemos una pedagogía evangelizadora digna de imitar.
¿Evangelizamos con esta sencillez, con este lenguaje fácilmente inteligible y aprovechando los signos prodigiosos que el Señor nos presenta a cada momento?
Tras la evangelización vendrá la conversión, seguida de la fe que dará gratuitamente el Padre Dios.
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