sábado, 4 de julio de 2015

XIV DOMINGO ORDINARIO - B

LIBRO DE EZEQUIEL 2, 2-5
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie y oí que me decía:
-Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso (pues son un pueblo rebelde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.

COMENTARIO

¡Qué cuesta arriba se hace el esperar el éxito, el premio, la meta final!
Nuestros mayores (abuelos, bisabuelos) eran pacientes, aceptaban el sufrimiento, la espera; atisbaban una tenue luz en el horizonte y se ponían en camino porque ya amanecía. No nos sucede así a nosotros, necesitamos que el sol aparezca de inmediato en toda su luminosidad. La generación de la posguerra era consciente de que el éxito requiere un tiempo de esfuerzo y una espera prolongada hasta que el triunfo final llegue.
Nosotros hemos sido maleducados en la abundancia, hemos vivido de los ahorros de nuestros mayores, hemos pensado que el éxito está en conseguir metas sin esfuerzo propio, aprovechándonos del trabajo ajeno. De vez en cuando alguien nos para en el camino y nos dice que sin sacrificio, sin duro trabajo, sin renuncia no es posible gozar de un bienestar futuro; y nos sorprendemos y rebelamos contra estos tales, que pretenden enseñarnos a vivir. La actual crisis económica nos está abriendo los ojos en este sentido. Del dinero de los ‘ricos’ (ganado justamente o robado) no es posible vivir mucho tiempo, es necesario auparnos desde nuestro propio esfuerzo, sacrificio y renuncia.
Somos testarudos y obstinados, calificativos que Yahvé aplica también a su pueblo por medio del profeta Ezequiel. Este pueblo no es capaz de ver la acción salvadora de Dios y se obstina en ir por caminos que le llevan a la esclavitud.
Señor, danos un grano de mostaza de fe en tu acción salvadora sobre nosotros, que implantó en nuestro ser todas las posibilidades de éxito, confiando ciegamente en el trabajo generoso de nuestras manos.
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