LIBRO DE
EZEQUIEL 2, 2-5
En
aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie y oí que me decía:
-Hijo
de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado
contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También
los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas:
“Esto dice el Señor”. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso (pues son un
pueblo rebelde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.
COMENTARIO
¡Qué
cuesta arriba se hace el esperar el éxito, el premio, la meta final!
Nuestros
mayores (abuelos, bisabuelos) eran pacientes, aceptaban el sufrimiento, la
espera; atisbaban una tenue luz en el horizonte y se ponían en camino porque ya
amanecía. No nos sucede así a nosotros, necesitamos que el sol aparezca de inmediato
en toda su luminosidad. La generación de la posguerra era consciente de que el
éxito requiere un tiempo de esfuerzo y una espera prolongada hasta que el
triunfo final llegue.
Nosotros
hemos sido maleducados en la abundancia, hemos vivido de los ahorros de
nuestros mayores, hemos pensado que el éxito está en conseguir metas sin
esfuerzo propio, aprovechándonos del trabajo ajeno. De vez en cuando alguien nos
para en el camino y nos dice que sin sacrificio, sin duro trabajo, sin renuncia
no es posible gozar de un bienestar futuro; y nos sorprendemos y rebelamos
contra estos tales, que pretenden enseñarnos a vivir. La actual crisis económica
nos está abriendo los ojos en este sentido. Del dinero de los ‘ricos’ (ganado
justamente o robado) no es posible vivir mucho tiempo, es necesario auparnos
desde nuestro propio esfuerzo, sacrificio y renuncia.
Somos testarudos y obstinados, calificativos
que Yahvé aplica también a su pueblo por medio del profeta Ezequiel. Este pueblo
no es capaz de ver la acción salvadora de Dios y se obstina en ir por caminos
que le llevan a la esclavitud.
Señor, danos un grano de mostaza de fe en tu acción salvadora sobre
nosotros, que implantó en nuestro ser todas las posibilidades de éxito,
confiando ciegamente en el trabajo generoso de nuestras manos.
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