miércoles, 8 de julio de 2015

XV DOMINGO ORDINARIO - B

LIBRO DE AMOS 7, 12-15
En aquellos días dijo Amasías, sacerdote de Betel, a Amós:
- Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá: come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en «Casa de Dios», porque es el santuario real, el templo del país.
Respondió Amós:
- No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: «Ve y profetiza a mi pueblo de Israel».

COMENTARIO

Amós no se reconoce a sí mismo como vidente o profeta. Esta es una actitud muy importante para todo pastor, predicador, evangelista, catequista… Cuando hablamos o actuamos con una identidad que nosotros nos otorgamos a nosotros mismos, cuando vamos de profetas «creídos» por la vida, la Palabra de Dios que creemos transmitir no es tal, nuestra acción evangelizadora, profética es vacía; nuestra tarea resulta ineficaz, precisamente por ser nuestra.
El profeta Amós no transmite su palabra, ni se comporta siendo consciente de ser profeta, ni siquiera su aspecto es de profeta: es cultivador de higos y pastor. Es así como su palabra penetra en las entrañas de sus oyentes, su mensaje es molesto porque delata el pecado de los guías y falsos pastores del pueblo; Amós transmite la Palabra de Yahvé; su aspecto físico denuncia la vida de lujo de los jefes del pueblo, en claro contraste con la miseria del pueblo sencillo.
Nuestros pastores, evangelizadores, predicadores, catequistas han de vestirse del aspecto del profeta Amós, o lo que es lo mismo recurriendo al símil que gusta tanto al papa Francisco: El verdadero pastor debe oler a oveja; no perfumarse de divinidad. Desde esta actitud el pueblo sí percibe el mensaje divino y cala en él.
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