jueves, 16 de julio de 2015

XVI DOMINGO ORIDNARIO - B

LIBRO DE JEREMÍAS 23, 1-6
¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño -oráculo del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: A los pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuenta, por la maldad de vuestras acciones -oráculo del Señor-. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países a donde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen: ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá -oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con ese nombre: "El Señor nuestra justicia".

COMENTARIO

El pasaje del profeta Jeremías describe el enfado de Yahvé ante el abandono de su pueblo por parte de sus guías: rey, príncipes, sacerdotes, profetas… La compasión que Yahvé siente por su pueblo no puede por menos sino estallar en palabras de ira; al mismo tiempo, marca unas pautas, unos rasgos propios del buen pastor, lo que nos induce a pensar que Yahvé espera la conversión de los guías que él ha puesto para pastorear a sus ovejas.
Ante todo, el guía es pastor y como tal debe caminar delante del rebaño marcando así el camino que debe seguir. Como el buen pastor, el guía vuelve la vista a tras de vez en cuando, para comprobar que sus ovejas le siguen y que ninguna se le dispersa por otros senderos.
El pastor debe congregar, unir, no dispersar; acoger, no expulsar; guardar, no desentenderse.
El buen pastor lleva a sus ovejas a buenos pastos y goza viéndolas pastar, crecer y multiplicarse; no se reserva los pastos para su provecho, ni trata de obtener un beneficio suculento de su venta.
El buen pastor no debe infundir temor en su rebaño, sino confianza; actuará con prudencia y justicia, de modo que nadie se sienta ultrajado ni minusvalorado; se mostrará solícito sobre todo hacia las más débiles e indefensas.

Finalmente, la mala actuación de los pastores no quedará impune, el mismo Yahvé pedirá cuenta a los malos pastores de su actuación; porque el grito del pobre llega siempre a la presencia de Yahvé y él no deja de atenderlo: Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha… (sal.33).
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