LIBRO DE JEREMÍAS 23, 1-6
¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las
ovejas de mi rebaño -oráculo del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de
Israel: A los pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis
ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuenta, por la
maldad de vuestras acciones -oráculo del Señor-. Yo mismo reuniré el resto de
mis ovejas, de todos los países a donde las expulsé, y las volveré a traer a
sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las
pastoreen: ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá -oráculo del
Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente,
hará justicia y derecho en la
tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro.
Y lo llamarán con ese nombre: "El Señor nuestra justicia".
COMENTARIO
El pasaje del profeta Jeremías describe el enfado de Yahvé
ante el abandono de su pueblo por parte de sus guías: rey, príncipes,
sacerdotes, profetas… La compasión que Yahvé siente por su pueblo no puede por
menos sino estallar en palabras de ira; al mismo tiempo, marca unas pautas,
unos rasgos propios del buen pastor, lo que nos induce a pensar que Yahvé
espera la conversión de los guías que él ha puesto para pastorear a sus ovejas.
Ante todo, el guía es pastor y como tal debe caminar
delante del rebaño marcando así el camino que debe seguir. Como el buen pastor,
el guía vuelve la vista a tras de vez en cuando, para comprobar que sus ovejas
le siguen y que ninguna se le dispersa por otros senderos.
El pastor debe congregar, unir, no dispersar; acoger, no
expulsar; guardar, no desentenderse.
El buen pastor lleva a sus ovejas a buenos pastos y goza
viéndolas pastar, crecer y multiplicarse; no se reserva los pastos para su
provecho, ni trata de obtener un beneficio suculento de su venta.
El buen pastor no debe infundir temor en su rebaño, sino
confianza; actuará con prudencia y justicia, de modo que nadie se sienta
ultrajado ni minusvalorado; se mostrará solícito sobre todo hacia las más
débiles e indefensas.
Finalmente, la mala actuación de los pastores no quedará
impune, el mismo Yahvé pedirá cuenta a los malos pastores de su actuación;
porque el grito del pobre llega siempre a la presencia de Yahvé y él no deja de
atenderlo: Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha… (sal.33).
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