SEGUNDO DE LOS REYES 4, 42-44
En aquellos días vino un hombre de Bal-Salisá trayendo en
la alforja el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente
para el profeta del Señor. Elíseo dijo.
- Dáselos a la gente para que coman.
El criado replicó:
- ¿Qué hago con esto para cien personas?
Elíseo insistió:
- Dáselos a la gente para que coman. Porque esto dice el
Señor: «Comerán y sobrará».
El criado se los sirvió a la gente; comieron y sobró, como
había dicho el Señor.
COMENTARIO
En una ocasión en que la beata Teresa de
Calcuta se dirigía en coche hacia un encuentro con cierto obispo, en un momento
del camino en que vio a un pobre a la orilla de la carretera mandó parar al chófer;
este le insistió en que monseñor tal vez se impacientaría por su tardanza, pues
ya iban con bastante retraso. Su contestación fue contundente: Monseñor puede esperar, los pobres no.
Esta es una primera enseñanza que encierra este pasaje del
Libro de los Reyes; y la misma idea encontramos en el evangelio de la
multiplicación de los panes y los peces: La urgencia de atención de las
personas necesitadas prevalece sobre el sentido sagrado de las cosas. Es más,
si las normas, los ritos… no favorecen el bien de las personas habrá que
revisarlos, tal vez renovarlos e incluso eliminarlos por completo.
Una segunda idea me llama la atención tanto en este pasaje
de la vida del profeta Eliseo como en el evangelio de la multiplicación. Dios
no comienza su intervención en los acontecimientos del mundo si el hombre no se
pone primero manos a la obra; Dios no actúa si nosotros no actuamos primero; es
necesario colaborar con la acción de Dios: Dáselos
a la gente para que coman( Eliseo); dadles vosotros de comer (Jesús). Los
milagros ciertamente existen, pero a ver cómo le pedimos a Dios que actúe a
favor propio o de los necesitados; estos dos textos sagrados pueden orientar
nuestras plegarias de petición.
Resumiendo: Dios no nos pone la meta al alcance de la
mano, hemos de ponernos a recorrer el camino; él estimulará nuestro ánimo,
apoyará nuestro empeño, nos dará fuerzas para recorrerlo, pero no nos ahorra el
sufrimiento ni nos recorta el trayecto; sí que estará al final esperándonos en
la meta con los abrazos abiertos y acogedores de Padre.
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