lunes, 3 de agosto de 2015

XIX DOMINGO ORDIANRIO - B

LIBRO PRIMERO DE LOS REYES 19, 4-8
En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte diciendo:
- Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres.
Se echó debajo de la retama y se quedó dormido. De pronto un ángel lo tocó y le dijo:
- Levántate, come.
Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en los brasas y una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor le tocó por segunda vez diciendo:
- Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas.
Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte del Señor.

COMENTARIO

COMENTARIO

El Libro de los reyes nos ofrece una estampa muy expresiva del profeta Elías caminando sin rumbo por el desierto. ¿A dónde ir para escapar de la ira de Jezabel? Elías huye, pero Yahvé le sigue pacientemente y espera el agotamiento del profeta: Se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte. Es el momento de enviar a su ángel que le  oriente en el camino hacia el Horeb, monte santo de Abraham, Isaac y Jacob; allí se fraguó la alianza con Yahvé. La huida de Elías termina en peregrinación hacia el monte santo, hacia las fuentes que sanarán su debilidad y orientarán su tarea profética. Yahvé le dará una nueva pedagogía de actuación: Después brilló un rayo, pero no estaba en el rayo. Y después del rayo se sintió una suave brisa (1Re. 19, 3-15).

Es imprescindible retornar a las fuentes una y otra vez, para saciar la sed de divinidad. La actividad desbordante del profeta, del apóstol, del sacerdote, del catequista, del evangelizador… necesita volver con frecuencia a las fuentes; porque es fácil caer en la desorientación, perder el ánimo, retornar a la violencia, al discurso apocalíptico, a la amenaza de la condenación (instrumentos aparentemente más eficaces pero nada recomendables)…
El Yahvé que se muestra en el Sinaí es el Yahvé del rayo, de la voz atronadora, del fuego destructor; Moisés se atrevió a corregir a Yahvé para que no hablara al pueblo de aquel modo y, nos dice la Biblia que Yahvé reconoció su error y en adelante decidió suscitar profetas de en medio del pueblo que le transmitiera su mensaje en la lengua del pueblo; y la historia de la pedagogía de Dios continuó: Envió a su propio hijo, que nos hablaría de Dios Padre.
La Iglesia, o sea todos los creyentes, hemos de retornar con frecuencia a las fuentes donde Dios nos invitará, una y otra vez sin cansarse, a anunciar el evangelio con la pedagogía de su hijo.
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