LIBRO PRIMERO DE LOS REYES 19, 4-8
En aquellos días, Elías continuó por el desierto una
jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte
diciendo:
- Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más
que mis padres.
Se echó debajo de la retama y se quedó dormido. De pronto
un ángel lo tocó y le dijo:
- Levántate, come.
Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en los brasas
y una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor
le tocó por segunda vez diciendo:
- Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas.
Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel
alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte del
Señor.
COMENTARIO
COMENTARIO
El
Libro de los reyes nos ofrece una estampa muy expresiva del profeta Elías
caminando sin rumbo por el desierto. ¿A dónde ir para escapar de la ira de
Jezabel? Elías huye, pero Yahvé le sigue pacientemente y espera el agotamiento
del profeta: Se sentó bajo una retama, y
se deseó la muerte. Es el momento de enviar a su ángel que le oriente en el camino hacia el Horeb, monte santo
de Abraham, Isaac y Jacob; allí se fraguó la alianza con Yahvé. La huida de
Elías termina en peregrinación hacia el monte santo, hacia las fuentes que
sanarán su debilidad y orientarán su tarea profética. Yahvé le dará una nueva
pedagogía de actuación: Después brilló un rayo, pero no estaba en el rayo. Y después del rayo se sintió una suave brisa (1Re. 19, 3-15).
Es
imprescindible retornar a las fuentes una y otra vez, para saciar la sed de
divinidad. La actividad desbordante del profeta, del apóstol, del sacerdote,
del catequista, del evangelizador… necesita volver con frecuencia a las
fuentes; porque es fácil caer en la desorientación, perder el ánimo, retornar a
la violencia, al discurso apocalíptico, a la amenaza de la condenación
(instrumentos aparentemente más eficaces pero nada recomendables)…
El Yahvé que se muestra en el Sinaí
es el Yahvé del rayo, de la voz atronadora, del fuego destructor; Moisés se
atrevió a corregir a Yahvé para que no hablara al pueblo de aquel modo y, nos
dice la Biblia que Yahvé reconoció su error y en adelante decidió suscitar
profetas de en medio del pueblo que le transmitiera su mensaje en la lengua del
pueblo; y la historia de la pedagogía de Dios continuó: Envió a su propio hijo, que nos hablaría de Dios Padre.
La
Iglesia, o sea todos los creyentes, hemos de retornar con frecuencia a las
fuentes donde Dios nos invitará, una y otra vez sin cansarse, a anunciar el
evangelio con la pedagogía de su hijo.
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