sábado, 12 de septiembre de 2015

XXIV DOMINGO ORDINARIO - B

LIBRO DE ISAIAS 50, 5-9a
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí, ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado. Tengo cerca a mi abogado, ¿quién pleiteará contra mí? Vamos a enfrentarnos: ¿quién es mi rival? Que se acerque. Mirad, mi Señor me ayuda: ¿quién me condenará?

COMENTARIO

Los apóstoles, con Pedro a la cabeza, se habían hecho la ilusión de un prometedor futuro como discípulos de aquel profeta, cuyas palabras y prodigios admiraban a propios y extraños. Un buen día aquel gran profeta, Jesús, les echó por tierra sus ilusiones: «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los sacerdotes, sumos sacerdotes y letrados».
La imagen que ofrece Pedro y el resto de apóstoles es la misma que ofrecemos una inmensa mayoría de los creyentes: Nos hemos hecho grandes ilusiones por haber apostado por Jesús y el evangelio, pero somos poco conscientes de lo que ello implica; es posible que sepamos lo que supone de renuncia y sufrimiento, pero vivimos como si lo que toca de padecer no va con nosotros de momento y así estamos viviendo nuestro cristianismo, nuestro seguimiento de Cristo de forma light.
Seguro que Jesús, al querer aclarar a aquellos buenos discípulos que le seguían incondicionalmente a todas partes, se acordó de las palabras del profeta Isaías que hoy leemos: «Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos».
Por otra parte, si bien es cierto que en nuestro mundo occidental, muchos creyentes vivimos nuestra fe mirando solo a la resurrección y no tanto a la pasión que la precede, hoy, con gozo y admiración, contemplamos a una incontable multitud de creyentes que sufren persecución y que dan un testimonio admirable de su fe hasta padecer incluso la muerte.
¡Chapó por estos creyentes! Son un testimonio vivo de lo que todos los cristianos debemos ser.
***********

No hay comentarios:

Publicar un comentario