LIBRO DE LA SABIDURÍA 2, 12.17-20
Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta
incomodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos
reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre
de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y solo verlo da grima;
lleva una vida distinta de los demás y su conducta es diferente; nos considera
de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara
dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. Veamos si
sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo
hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo
someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su
moderación y apreciar su paciencia; lo condenamos a muerte ignominiosa, pues
dice que hay quien se ocupa de él».
COMENTARIO
Cuando Jesús dice a sus discípulos más cercanos: el Hijo del Hombre va ser entregado en manos
de los hombres, y lo matarán, con toda probabilidad no se acordaron del
texto, que leemos hoy en la eucaristía, del Libro de la Sabiduría. Jesús
ciertamente sí que recordó estas palabras, y la explicación que les ofrece está
basada en ellas.
Tanto en este pasaje como en el evangelio que leemos en
este día, observamos una clara contraposición de dos tipos de hombre, o de
humanidad si así lo preferimos. Se trata de la misma contraposición que hace
san Pablo del hombre viejo y del nuevo: Hemos de revestirnos del hombre nuevo
hecho a semejanza del Hijo del Hombre y desvestirnos antes del viejo, hecho de
pasiones, vicios, pecado…
Sin embargo, aunque nos parezca extraño, el hombre nuevo
debe ponerse en manos del hombre viejo, morir a sus manos. Esto lo refleja muy
bien el Libro de la Sabiduría: Acechemos al justo que nos resulta tedioso y
démosle muerte, a ver si es verdad que Dios le escucha. Desde allí, desde la
muerte es cuando puede actuar. Es a partir de este momento como Dios Padre
actuará: le hará resurgir «resucitar». El autor del Libro de la Sabiduría se
muestra esperanzado de que así ocurra, y el Hijo del Hombre está convencido de que
así sucederá y así pretende hacérselo creer a sus discípulos.
Añade algo más el texto evangélico que hoy escuchamos: para
llegar a esa fe, que Jesús les pide a sus más cercanos, es necesario hacerse
niño: Un niño se fía totalmente de su padre, porque su padre lo sabe todo y lo puede
todo.
Así
han de ser los nuevos creyentes: niños que se fían totalmente de Dios Padre.
Los
creyentes debemos morir para resucitar. Y el resucitar ya no es tarea nuestra,
porque supera nuestras fuerzas, es tarea de Dios: Dios Padre se ocupará de
nosotros, los justos, asegura el autor del Libro de la Sabiduría.
Tengamos la fe de un niño: Nuestro Padre Dios lo puede todo.
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