viernes, 30 de octubre de 2015

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN JUAN 3, 1-3
Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

COMENTARIO

Este texto de la carta de san Juan encierra una profunda teología sobre la filiación divina, que deriva de la filiación divina de Jesús: También sus seguidores estamos llamados a esta relación filial con Dios Padre, y por lo tanto a reflejar en nuestro rostro esa imagen de hijos de Dios. Los santos han mantenido esa imagen de hijos de Dios. Nosotros estamos llamados también a guardar esa imagen divina y por ello no nos debe causar temor contemplar a Dios porque ya lo hemos proyectado antes en nuestro propio rostro.
San Juan nos invita a tener esperanza. El ser hijos de Dios no hay que ganárselo, nos dice en su carta; es un regalo de Dios Padre que nos ama como tales: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Ahora se trata de guardar esa imagen, ese regalo tan magnífico: comportarnos como hijos de un padre tan bondadoso. Es más -añade san Juan- aún no se ha manifestado lo que seremos… cuando se manifieste, seremos semejantes a él. Este final de su carta es para animarnos a reavivar constantemente la esperanza, camino de purificación (santificación) y signo seguro de alcanzar la santidad, don del Padre a sus hijos.
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