jueves, 26 de noviembre de 2015

I DOMINGO DE ADVIENTO - C

LIBRO DE JEREMÍAS (33,14-16)
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: Señor –nuestra- Justicia».

COMENTARIO

Estas palabras del profeta Jeremías ponen a Israel y a Judá en alerta: Comienza un tiempo de espera y esperanza.
Al escucharlas hoy, al inicio de un nuevo año litúrgico, también provocan en nosotros la misma actitud: Es tiempo de espera y esperanza; comenzamos un nuevo año; renovamos nuestro ánimo; retomamos el camino; comenzamos de nuevo a caminar; refrescamos nuestros propósitos de mejorar en la escucha del evangelio y corregir nuestras actitudes erróneas. Es tiempo de comenzar una vez más: con renovado ánimo, con nuevas fuerzas, siempre esperanzados, nunca derrotados aunque sintamos la dificultad en mantenernos fieles al evangelio, la fatiga del camino, el cansancio de ser siempre los buenos, los tontos para el mundo.
Animados por la palabra del profeta Jeremías atisbamos un futuro de paz, que no provienen del ejercicio del poder y dominio sobre los otros, sino del ejercicio del servicio al hermano más débil e impotente.
Estimulados por la palabra que nos transmite este profeta vislumbramos un futuro esperanzado de derecho y justicia, fruto de la actuación de Dios en nuestras vidas. No se trata del poder ni de los medios estratégicos de ninguna nación poderosa, es el propio Dios quien trae la justicia y el derecho. A diferencia del mundo, los creyentes no esperamos algo, esperamos a Alguien: el Señor -nuestra- Justicia.
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