LIBRO
DE DANIEL 7,
13-14
Mientras miraba, en la visión nocturna vi
venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y
se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos,
naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no
tendrá fin.
COMENTARIO
En la visión del profeta Daniel aparece una figura humana (un hijo de hombre); también aparece una
imagen de la divinidad, representada en el anciano. A este hijo de hombre se le
otorga el poder real: todos los pueblos le obedecerán; se le da un dominio que
durará siempre, no se acabará. El autor contempla una relación estrecha entre
la humanidad y la divinidad llevada acabo por este hijo de hombre. Seguidamente
se aclara que este hijo de hombre es el pueblo de Israel: Los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán para siempre
por los siglos de los siglos (Dan 7,18). No obstante, el reinado del pueblo
elegido de Yahvé no se deberá a sus propias fuerzas. Los elegidos serán
pisoteados y aplastados por los poderes de la tierra, hasta que el «Anciano»
haga justicia a los santos del Altísimo y puedan tomar posesión del reino (Dan
7,22)
La tradición cristiana ha visto en esta figura de hijo de hombre a Jesucristo,
el Hijo de Dios. Es cierto que a lo largo de la historia se suceden diversos
imperios en el dominio de los pueblos, pero nos consuela saber que al final de
los tiempos todos los imperios se le someterán al Hijo del Hombre al que el
profeta Daniel ve llegar entre las nubes del cielo, es decir aureolado de divinidad.
Él instaurará un reino de justicia y hermandad para liberarnos y hacernos hijos
de Dios.
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