lunes, 28 de diciembre de 2015

II DOMINGO DE NAVIDAD - C

Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-6. 15-18
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.
El nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por eso yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.

COMENTARIO

Hoy nuestra oración debe ser de acción de gracias a Dios Padre por conservarnos en la fe recibida. En segundo lugar, al igual que san Pablo, hemos de pedir, en nuestra plegaria, que Dios Padre nos conceda espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo mejor y que nuestro corazón arda de esperanza en los dones que Dios Padre nos dará como hijos que somos de él.
Con esta sencilla plegaria podemos iniciar nuestra meditación en el misterio de la Navidad.
Desde el comienzo Dios Padre nos eligió para la santidad, que hemos de alcanzar ejercitándonos en el amor, don que él nos dio.
Con la encarnación del Hijo de Dios hemos sido bendecidos. Dios pensó en nosotros ya desde el comienzo de los tiempos e ideó un plan de salvación para todos los hombres, sin exclusión.
Con la venida del Hijo de Dios pasamos de ser simples criaturas a ser hijos de Dios por adopción y, por tanto, con todos los derechos de los hijos, a ser  coherederos con Cristo.
Este tiempo de navidad es un buen momento para leer y meditar este hermoso himno que san Pablo inserta en su carta a los filipenses.
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