viernes, 11 de diciembre de 2015

III DOMINGO DE ADVIENTO - C

Lectura del Profeta Sofonías 3, 14-18a


Regocíjate, hija de Sión,
grita de júbilo, Israel,
alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha cancelado tu condena,
ha expulsado a tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel,
en medio de ti, y ya no temerás.
Aquel día dirán a Jerusalén:
No temas, Sión,
no desfallezcan tus manos.

El Señor tu Dios, en medio de ti,

es un guerrero que salva.

El se goza y se complace en ti,

te ama y se alegra con júbilo

como en día de fiesta.


COMENTARIO

Tanto el profeta Sofonías como Pablo invitan a estar alegres: «Alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén». «Estad siempre alegres en el Señor».
En momentos de sufrimiento, de profunda preocupación, de grandísima tristeza siempre surge la voz del Señor en sus profetas, que invita al júbilo, porque no hay motivo serio para la desesperanza ni la tristeza. Nos preguntamos: ¿Acaso no es razón suficiente la pérdida de un ser querido, la guerra, el tiempo de persecución, el terrorismo, el fracaso de una gestión económica, la enfermedad…? Al menos en estas situaciones es heroico mantener la calma, cuánto más, una cara alegre.
¿En qué se basa la invitación a la alegría de estos dos personajes bíblicos? ¿Qué razón dan para mantener con firmeza esta invitación?: «El Señor tu Dios, en medio de ti» (Sof 3, 17). «Estad siempre alegres en el Señor» (Fil. 4, 4). Aquí está el fundamento de la alegría de Israel y de la comunidad cristiana a la que se dirige san Pablo: Yahvé se manifiesta visible en sus actuaciones en medio del pueblo como un guerrero invencible, como el rey de Israel; san Pablo dirá que es el propio Hijo de Dios, Cristo, quien custodia los corazones.
Esto nos ha de llevar a una reflexión en nuestra propia vida: ¿Cuál es el fundamento de nuestras alegrías? ¿Por qué experimentamos momentos de alegría inmensa, de euforia y, seguidamente, nos hundimos en momentos prolongados de depresión, de tristeza? Sentir tristeza ante las desgracias propias y ajenas es muy humano: ¿A quién no le acontece? No en vano existe la obra de misericordia de consolar a los afligidos. Sin embargo, el cántico atribuido al profeta Sofonías y la carta de Pablo a los Filipenses nos deben ayudar a recomponer nuestra imagen. Por encima de estos momentos de amargura está la alegría de sentir a Dios en medio de nosotros, «como guerrero que salva» (Sofonías), como custodio de nuestros corazones (Filipenses).
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