jueves, 25 de febrero de 2016

III DOMINGO DE CUARESMA - C

LIBRO DEL ÉXODO 3, 1-8a. 13-15
En aquellos días, pastoreaba Moisés el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. Moisés se dijo:
-Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.
Viendo el señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
-Moisés, Moisés.
Respondió él:
-Aquí estoy.
Dijo Dios:
-No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.
Y añadió:
-Yo soy el Dios de tus Padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios. El Señor le dijo:
-He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel. Moisés replicó a Dios:
-Mira, yo iré a los israelitas y les diré: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntan cómo se llama este Dios, ¿qué les respondo?
Dios dijo a Moisés:
-Soy el que soy.
Esto dirás a los israelitas:
-Yo soy, me envía a vosotros.
Dios añadió:
-Esto dirás a los israelitas: Yahvé (Él-es) Señor Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación.

COMENTARIO

Israel estampó esta parte de su historia en el Libro del Éxodo. Para ellos fue un momento de su historia importante que mantuvieron en el recuerdo a lo largo de los siglos. ¿Qué nos puede decir a nosotros este pasaje hoy? ¿Tenemos en nuestra historia colectiva y personal una experiencia semejante, digna de ser escrita para las futuras generaciones? Personalmente pienso que sí.
Dios un día se manifestó a Moisés en una zarza que ardía sin consumirse. ¿Sigue manifestándose Dios en nuestro siglo? Ciertamente que sí. Dios nos habla hoy como en el pasado.
En segundo lugar Dios no es insensible a lo que nos ocurre, no ha desaparecido ni se ha olvidado de nosotros. Él es Yahvé (Él-es): así se define a sí mismo. Dios lo llena todo, él está presente en medio de nosotros, camina con nosotros: nuestras alegrías y triunfos son suyos también, nuestros fracasos y penas también tienen cabida en él.
Por otra parte, Dios escucha siempre el grito de los oprimidos, de los que sufren. En nuestro mundo de hoy, hay muchos inmigrantes, refugiados, víctimas de las guerras, del terrorismo, de las injusticias, de la explotación, de los abusos… que se pueden sentir abandonados, olvidados de Dios o que ni siquiera creen en él. El clamor de angustia de todos ellos también llega a los oídos de Dios: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos.
La preocupación de Dios por todos y cada uno de nosotros no ha disminuido, su compasión no ha menguado. Su actuación está ahí: sus profetas siguen hablando claro; los discípulos de su hijo trabajan sin descanso por un mundo más humano, justo y fraterno. Es el mismo Dios quien actúa en ellos, como un día lo hiciera en su propio hijo.
Nosotros quisiéramos tener una definición clara de Dios: ¿Quién es Dios? Sin embargo, Dios se resiste a darnos una imagen de él. La imagen más clara y comprensible es la de su propio hijo: sus palabras y sus obras. Dios quiere que le descubramos a partir de su actuar. Así lo descubrió Moisés como un Dios fiel a  sus promesas, sensible al dolor y clamor de su pueblo, compasivo y misericordioso, que actúa con autoridad y gran poder.
Hoy Dios sigue revelándose al mundo. Nosotros somos los instrumentos de los que Dios se sirve para manifestarse a los hombres. Animémonos a seguir en la tarea de ser portadores del amor de Dios, siendo compasivos, misericordiosos, atentos a las necesidades de los que sufren.
Dios Padre sigue hablando al mundo por mediación nuestra.
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