viernes, 1 de abril de 2016

II DOMINGO DE PASCUA - C

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 5, 12-16
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que al pasar Pedro, su sombra por lo menos cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén llevando enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.

COMENTARIO

Según el concepto del hombre que tenían los hebreos en tiempos de Jesús, con la muerte de una persona desaparece todo su poder de actuación. Los apóstoles, realizando los milagros y prodigios en nombre de Jesús, tratan de evidenciar que Jesús, a quien todos han visto agonizar y morir en una cruz, está vivo, ha vuelto a la vida; porque su actuación en ellos es evidente.
Este poder de Jesús, del que los apóstoles afirman que vive, actúa a favor de todo hombre, liberándolo de todo sufrimiento humano y de toda atadura espiritual. Quienes han creído en él, los apóstoles, gozan del poder que esta fe les da: actúan en nombre de Jesús curando de todo tipo de enfermedad y liberando a los poseídos de espíritu inmundo.
Este texto nos describe, ciertamente, una situación ideal de aquella primitiva comunidad cristiana; sin embargo, los cristianos de hoy no dejamos de interrogarnos: ¿Por qué no vemos estos milagros en nuestras comunidades cristianas del siglo XXI? ¿Será que sí se dan estos prodigios y no somos capaces de verlos? ¿Será que nos falta fe como a Tomás y necesitamos ver para creer? ¿Tal vez nos falte fe a los creyentes de hoy para atrevernos a obrar estos milagros en nombre del Señor Resucitado?
La fe si no tiene obras, es muerta en sí misma (St. 2, 17). Muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré mi fe por mis obras (St. 2, 18). Es posible que en este texto de la carta de Santiago esté la clave de la respuesta a todas esas preguntas. Las obras prodigiosas que realizaban los apóstoles manifestaban su fe en el Resucitado.
Sin duda que nuestra fe es muy pequeña, no llega a alcanzar el tamaño de un grano de mostaza (Lc 17, 6), y por ello el mundo no ve en nuestras obras la actuación de Jesús resucitado.
¿Hay algún creyente hoy que esté haciendo semejantes prodigios? Ciertamente que sí. Es cuestión de ir por el mundo con los ojos bien abiertos: merodean por doquier.
*********

No hay comentarios:

Publicar un comentario