viernes, 15 de abril de 2016

IV DOMINGO DE PASCUA - C

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 13,14.43-52

En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.
Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios. El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones:
-Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: «Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra».
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la Palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron. La Palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

COMENTARIO

«Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra».
Esta cita de Pablo manifiesta que el plan de salvación de Dios es universal, no excluye a nadie. Jesús resucitado ha abierto las fronteras a todos los pueblos; todos son invitados a participar en el banquete de bodas del Reino. Así pues, la buena noticia de la resurrección del Señor debe llegar a todos, sin distinción de razas, pueblos ni religiones. La Iglesia tiene la misión de ser sacramento de salvación para todos.
No faltan tampoco en nuestro tiempo quienes ponen obstáculos a que el mensaje de salvación sea universal; por eso sigue habiendo quienes se sienten excluidos del amor de Dios, porque se han encontrado con pastores, evangelizadores que no entienden que es Dios quien salva y que apuesta por sus hijos, que son todos los hombres, por indignos que nos parezcan algunos.
Este es el modo de proceder de Dios para con todos, y nuestro deber es darlo a conocer como Padre misericordioso, pastor celoso que busca la oveja perdida.
Destacaría una segunda enseñanza de este relato. Si Dios es así y actúa así, ¿por qué sus hijos no siempre se aceptan a sí mismos como hermanos?, ¿por qué seguimos poniendo tantos obstáculos a la acogida de refugiados, desterrados de su país?, ¿Por qué hay tanta miseria, tanta exclusión en nuestro mundo?, ¿por qué sigue habiendo tanta hambre, tanta guerra, tantos abandonados a su suerte?, ¿por qué hay tantos seres humanos vistos como basura de la sociedad? Nos falta mucho por recorrer hasta querernos como hermanos.
Hay una tercera lección que aprender. Hemos sido elegidos para ser portadores del amor incondicional de Dios Padre. Si no estamos dispuestos a aceptar nuestra encomienda, el Señor Resucitado llamará a otros que acepten la misión. En aquella comunidad de Perge algunos judíos no aceptaron la misión de ser los trasmisores del plan salvador de Dios, tal como Dios Padre lo había proyectado desde siempre; de modo que ellos mismos se excluyeron, no quisieron entrar en el salón del banquete preparado para todos. Vigilemos para que no nos suceda a nosotros lo mismo.
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