FESTIVIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL
En aquellos días, los apóstoles daban
testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y hacían muchos
signos y prodigios en medio del pueblo.
El tesoro del ministerio lo llevamos en
vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios
y no procede de nosotros.
Mientras vivimos, continuamente nos están
entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús
se manifieste en nuestra carne mortal.
El que quiera ser grande entre vosotros, que
sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea
vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.
COMENTARIO
Celebramos hoy la fiesta de
Santiago el Mayor, uno de los tres apóstoles que gozaban de una mayor intimidad
y cercanía con el Señor. Pedro, Santiago y Juan son los que acompañan a Jesús en
los acontecimientos más significativos de su vida, especialmente en la transfiguración
en el monte Tabor y en el huerto de los olivos en el momento de oración de
Jesús, cuando acepta la voluntad del Padre sobre el destino trágico de su vida
terrena.
En España, y más particularmente
en Galicia, lo celebramos e invocamos como nuestro santo patrón y protector de
«Las Españas», es decir, también incluimos bajo su protección a todas las
naciones de Hispanoamérica. Hoy le ensalzamos diciendo: «Astro brillante de
España, apóstol Santiago, tu cuerpo descansa en paz, tu gloria pervive entre
nosotros».
Es triste ver cómo esta
festividad ha ido perdiendo fervor: en gran parte de España ya no se celebra. ¡Que
en Galicia se siga conservando!
Para todo creyente, celebrar la
fiesta de cualquiera de los apóstoles es particularmente significativo. De
ellos hemos recibido el testimonio de la fe; son los primeros que dieron su
vida por defender la fe que profesaban; de ellos recibieron la fe nuestros
antepasados; nuestros padres nos la transmitieron a nosotros y es nuestro deber
conservarla y trasmitirla a nuestros descendientes. Lo más grande que nos ha
dado Dios Padre, por medio de nuestros padres, es la vida y con ella la fe.
Los apóstoles nos transmitieron
las palabras de Jesús, dejaron constancia de los hechos más significativos del
Maestro, nos hablan de los prodigios milagrosos de Jesús, nos cuentan cómo
actuaba Jesús y, lo más importante, hicieron de su vida un testimonio vivo de
la de Jesús.
Los textos sagrados que
escuchamos en la eucaristía de hoy y que reflejan la fe vivida por aquellos apóstoles
merecen una reflexión.
En los
Hechos de los Apóstoles san Lucas deja escrito: Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con
mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Animaban
a aquellos primeros creyentes afirmando y testificando que Jesús estaba vivo,
no se había ido para siempre y con su resurrección quedaban la esperanza de
nuestra propia resurrección. Afirma también que lo anunciaban con valentía y su
palabra quedaba probada por los milagros que la acompañaban.
Este tesoro –afirma san Pablo- lo llevamos en
vasijas de barro: La fe recibida en el bautismo nos viene de Dios y hemos
de cuidarla, porque somos un recipiente muy frágil; no obstante la fuerza de
Dios nos ayuda a mantenerla viva y nos da valentía para testimoniarla.
Mientras
tanto, dediquémonos a ir dando la vida, a ir muriendo con Cristo –nos dice san
Pablo, a ser servidores para ser los primeros –les dice Jesús a los apóstoles-;
de este modo la vida de Cristo se manifestará también en nosotros el día final
de nuestro peregrinar en la tierra.
Este es
el ejemplo que nos dejó Santiago el Mayor, el mismo que nos dejaron el resto de
los apóstoles. Tratemos de imitarlos.
Santiago apóstol, contigo y como tú somos
peregrinos. Que sepamos vivir, el camino de nuestra existencia con los
pies en la tierra, con los ojos en el
cielo, con el corazón en el Evangelio y
con el pensamiento en la eternidad. Amén.
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