jueves, 7 de julio de 2016

XV DOMINGO ORDINARIO - C

DEUTERONOMIO 30, 10-14
Moisés habló al pueblo, diciendo:
-Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: «¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?». Ni está más allá del mar, para poder decir: «¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?». El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas.

COMENTARIO

Tras siglos de predicación profética, el autor del texto llega a la conclusión, basada en un texto del profeta Jeremías (Jr 31), que la ley la llevamos dentro de nosotros, en lo más íntimo: el corazón. No hay disculpas ni evasivas para dejar de cumplir la Ley; no vale la escusa de no saber leer, de ser ciego o sordo, para liberarse del cumplimiento de la Ley divina.
Harán falta varios siglos más hasta la llegada de Jesús para descubrir que la Ley se sintetiza en el amor a Dios y al prójimo. Este sencillo mandato está al alcance de todos. También Jesús nos ayuda a entender en qué consiste el amor a Dios y al prójimo con el relato del evangelio de hoy: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó…» (Lc 10, 25-37).
Será luego san Juan quien elabore una hermosa teología sobre el amor a Dios y al prójimo: «Si alguno dice: Yo amo a Dios y aborrece a su hermano es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de él: que el que ama a Dios, ame también al hermano» (1Jn 4, 20s).
Siempre es tiempo de amar, pero tal vez el verano, tiempo de descanso para muchos,  es un tiempo más propicio para ejercitarse en el amor: Hay tiempo para acompañar a los enfermos, a los ancianos que se quedan solos; se puede colaborar con cierta facilidad en el voluntariado en comedores sociales, en Cáritas; hay tiempo para estar más con los hijos, para convivir con los vecinos, para organizar encuentros familiares.

En el corazón llevamos inscrita la ley del amor y el corazón nos dictará, con toda seguridad, lo que podemos hacer de bueno por los demás en cada momento de nuestra jornada.
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