LECTURA
DE LA PROFECÍA DE
AMOS 8, 4-7
Escuchad
esto, los que pisoteáis al pobre y elimináis a los humildes del país, diciendo:
«¿Cuándo
pasará la luna nueva, para vender el grano, y el sábado, para abrir los sacos
de cereal - reduciendo el peso y aumentando el precio, y modificando las
balanzas con engaño -, para comprar al indigente por plata, y al pobre por un
par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano?».
El Señor
lo ha jurado por la gloria de Jacob: «No olvidará jamás ninguna de sus
acciones».
COMENTARIO
Durante el reinado de Jeroboam II
parece que hubo una gran prosperidad económica en Israel; sin embargo, la
prosperidad económica no suele llevar consigo una prosperidad religiosa y
ética. Esto es lo que sucedía en aquella sociedad de entonces y es lo que
sucede en nuestra sociedad, unos cuantos siglos después.
Hoy es evidente la crisis de
valores morales y religiosos en nuestras sociedades occidentales de lo que
llamamos el primer mundo, donde el nivel de vida es excelente si lo comparamos
con el tercero y cuarto mundo. Por otra parte, dentro de nuestro mundo
económicamente próspero, también observamos un deterioro del nivel de vida en
las capas más indigentes de la sociedad: La diferencia entre ricos y pobres es
cada vez mayor.
Esta injusticia social es lo que
observa el profeta Amós y se siente enviado por Yahvé a denunciar la situación
de miseria en que vive la mayoría del pueblo a costa del injusto reparto de los
bienes que Yahvé a dado a su pueblo: Unos pocos poderosos amontonan riquezas y
la inmensa mayoría carece de lo más necesario.
¿Qué denuncia el profeta que no
se pueda denunciar hoy en nuestra sociedad? Básicamente lo mismo que podemos denunciar
hoy nosotros. La injusta distribución de las riquezas, el salario injusto con
el que engordan las arcas los poderosos. Y todo ello es consecuencia de un
deterioro moral y religioso, que al mismo tiempo alimenta cada día la sed
insaciable de poseer cada vez más.
Son
textos de una vigencia total en nuestro tiempo.
Ante esta situación, los creyentes estamos llamados
a ser profetas de nuestro tiempo, repitiendo una vez más las palabras de
denuncia de los profetas de todos los tiempos y dando testimonio de una vida
ejemplar acorde con el evangelio.
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