Esto
dice el Señor omnipotente:
«¡Ay
de los que se sienten seguros en Sión, y confiados en la montaña de Samaría!
Se
acuestan en lechos de marfil; se arrellanan en sus divanes, comen corderos del
rebaño y terneras del establo; tartamudean como insensatos e inventan como
David instrumentos musicales; beben el vino en elegantes copas, se ungen con el
mejor de los aceites pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de
José.
Por
eso irán al desierto a la cabeza de los deportados y se acabará la orgía de los
disolutos».
COMENTARIO
El
profeta Amós es tal vez quien con mayor claridad y fuerza denuncia la situación
de injusticia de la sociedad de Samaria: Os acostáis en lechos de marfil,
coméis los mejores corderos del rebaño, bebéis vinos generosos, os ungís con el
mejor de los aceites, pero no os conmovéis por los pobres de mi pueblo. Los
ricos son ricos por la extorsión y explotación de los pobres.
El
profeta basa su denuncia en la
Alianza de Yahvé con su pueblo. «No explotarás al jornalero
pobre… le darás cada día su jornal antes de la puesta del sol… no violarás el
derecho del emigrante ni el del huérfano, ni tomarás en prenda los vestidos de
la viuda» (Deut 24).
Las
palabras son duras, de clara denuncia del proceder de los guías de su pueblo.
Al mismo tiempo el profeta advierte de la falsa creencia y confianza en el
monte Sión: Acudir a invocar el nombre de Dios para sentirse así seguros es una
osadía; Yahvé no aprueba una religión que no se fundamenta en una vida de
justicia y fraternidad.
La denuncia y advertencia de Amós
sigue siendo válida para los cristianos de todos los tiempos. Acudir al templo
a rezar para obtener el favor de Dios y llevar una vida de expoliación del
pobre, de fraude y engaño no es acorde con el evangelio ni con el querer de
Dios.
El deber del creyente, como
profeta que es, sigue siendo la denuncia de una situación de injusticia tan real
como la de los tiempos del profeta Amós.
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