jueves, 20 de octubre de 2016

XXX DOMINGO ORDINARIO - C

LIBRO DEL ECLESIÁSTICO 35, 12-14. 16-19A
El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas.
Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento. Quien sirve de buena gana, es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes.
La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino. No desiste hasta que el Altísimo lo atiende, juzga a los justos y les hace justicia. El Señor no tardará.

COMENTARIO

El texto recopila una serie de sentencias de los sabios acerca de la justicia de Dios. Queda claro que la justicia de Dios no es parcial: no deja en el olvido a los indefensos sociales: pobres, oprimidos, huérfanos, viudas y forasteros. Dios actúa con total imparcialidad hacia todos; su justicia no castiga más allá de lo debido y se deja guiar por la misericordia.
El autor sagrado sale así al paso de los que desconfían de la imparcialidad de Dios. Ahora, como entonces, nos preguntamos por qué tienen éxito los poderosos, y el fracaso y olvido se adueña de los piadosos; ¿por qué medran los malhechores, los defraudadores, los que se aprovechan de la indefensión de los débiles de la sociedad? ¿Por qué son siempre los mismos los que lo pasan mal? ¿Dónde está la imparcialidad de Dios? ¿A qué espera Dios a implanta la justicia?
El buen israelita sabe que Dios es ciertamente imparcial, como sentencia el texto leído hoy. Por otra parte, la Escritura es clara también cuando habla de las preferencias de Dios sobre los pobres, huérfanos, viudas y forasteros; es decir, de todos aquellos que no encuentran abogado defensor. ¿Por qué tarda tanto en establecerse la justicia en el mundo? ¿Acaso se ha cansado Dios de hacer justicia?

Pienso que Dios Padre desea que la justicia se implante cuanto antes, pero le fallamos sus hijos que no estamos por la labor. Dios Padre nos creó a imagen suya; sin embargo, no reproducimos la imagen de hijos justos y misericordiosos que Dios Padre puso en nosotros: no nos comprometemos lo suficiente por la justicia, siendo más justos y haciendo que los otros lo sean igualmente. Dios actúa por nuestra mediación; actúa con la rapidez que nosotros actuamos.
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