jueves, 27 de octubre de 2016

XXXI DOMINGO ORDINARIO - C

LIBRO DE LA SABIDURÍA 11,23-12, 2
Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te complaces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

COMENTARIO:

El sabio define a Dios con el nombre «Amigo de la Vida». ¿Es esta la mejor definición que podemos encontrar para Dios? El autor sagrado así lo cree, después de hacer una averiguación exhaustiva sobre el actuar de Dios: «Te complaces de todos…, cierras los ojos a los pecados de los hombres…, no odias nada de lo que has hecho…, corriges a los que caen…, les recuerdas su pecado y los reprendes».
¿Cuál es la razón poderosa por la que Dios actúa así respecto al hombre? Para el autor del Libro de la Sabiduría es el amor, que cae sobre justos e injustos, como el rocío de la mañana, que no hace distinción entre terreno fértil y estéril. Se trata del amor incondicional de Dios Padre, ese amor que nos cuesta entender y aceptar, porque, en el fondo, su aceptación nos compromete a sus hijos a actuar de la misma forma que el Padre.

¿Qué fácil y sencilla es la tarea de amar a los que nos aman y hacer el bien a quien nos hace favores o nos puede corresponder. En cambio, encontramos que es muy difícil mostrar simpatía, amor hacia los que nos hacen mal, a los que incluso afirman que son nuestros adversarios y enemigos.
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