jueves, 17 de noviembre de 2016

FESTIVIDAD DE CRISTO REY - C

SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL 5, 1-3
En aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebrón y le dijeron:
-«Hueso tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: "Tú pastorearás mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel"».
Los ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.

COMENTARIO:

Cuando muere el rey Saúl, se recrudece la guerra fratricida entre las tribus de Israel. Unos se inclinan por Isbaal, hijo del rey fallecido, Saúl; otros, sin embargo, prefieren a David. Después de un tiempo de guerra, por fin todas las tribus se rinden y reconocen a David como su rey. David, rey prudente, prototipo de buen pastor y guía. A él se le encomienda pastorear al pueblo.
Este texto resulta ser toda una profecía de lo que sucederá al final de los tiempos. Vivimos en tiempos de guerra, de dificultades, de luchas fratricidas, buscando un Rey que conduzca a la humanidad por el camino de la fraternidad hacia la meta definitiva: el encuentro con Dios Padre.
Entre los reyes que se nos ofrecen los hay de todo tipo y condición. Todos formulan grandes propuestas, programas que nos conducirán a esa felicidad y bienestar soñados. Todos, igualmente, idean caminos sin obstáculos hacia esa meta. Todos nos pintan un camino sin tropiezos. Y los hombres caemos una y otra vez en el mismo error: elegir el camino más fácil. Sin embargo, a lo largo de la historia de la humanidad y de nuestra propia experiencia comprobamos que son caminos que no llegan nunca a la meta añorada.
Hoy Jesús se nos ofrece como el Camino, el único camino que conduce a la felicidad, al Padre. No es un camino de rosas; por el contrario, hay muchas espinas entre las rosas. Jesús nos dice que reinar es servir, es entrega generosa, es ponerse al lado del que sufre, del que muere cada día víctima de la injusticia, la incomprensión, el abandono. Jesús se nos presenta no con una corona de oro sobre su cabeza, sino con la de espinas.
La lectura del Libro de Samuel es un preludio del mensaje del Evangelio. Aceptar a David como rey no es solo aceptar sus éxitos, sino también los sufrimientos que conlleva la consecución de los mismos.
Del mismo modo, aceptar a Jesús como Rey es abrazarse a la Cruz.
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