LIBRO DE ISAÍAS 2, 1-5
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de
Jerusalén:
En los días futuros estará firme el monte de la casa del
Señor en la cima de los montes, en la cumbre de las montañas, más elevado que
las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos
numerosos. Y dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de
Jacob: Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de
Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén».
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos
numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará
la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de
Jacob, venid, caminemos a la luz del Señor.
COMENTARIO
Estamos ante un texto poético en el que el profeta es
consciente de los momentos catastróficos sobre el reino de Judá: temor a una
invasión inminente y deposición del heredero de David.
La pregunta que nos hacemos es obvia: ¿Qué ve este profeta
para anunciar un mensaje tan esperanzador? ¿Qué señales le hacen soñar con un
futuro mesiánico esperanzador? La situación del pueblo es de ruina total en el
plano material y espiritual. Lo único que ve el profeta, como cualquier buen
observador, es la falta de fe y de moralidad en el pueblo y en sus dirigentes,
lo que ha conducido a la situación actual; al mismo tiempo, sospecha con
fundamento de una probable invasión, por parte de Siria, del reino del norte.
Sin embargo, el profeta y ese resto del pueblo que Yahvé
siempre se reserva ven más allá de un futuro cercano, ponen su mirada en ese
monte santo, en el que se hará presente la justicia, la concordia y la paz, y
alcanzará a todos los pueblos de la
tierra, no solo al pueblo de Israel.
El creyente fiel, el buen cristiano, en situaciones
calamitosas, está llamado a poner su mirada esperanzada en un futuro cierto. Es
así como contribuirá a que este futuro se haga pronto realidad.
Aprendamos la lección que nos da Isaías, el profeta del
Adviento, de la esperanza ya próxima. Desde el desánimo, la falta de fe, la
infidelidad, la inmoralidad, el conformismo, la despreocupación no se construye
futuro, no surge la vida. El mundo espera esto de los cristianos de hoy: que
sean hombres de esperanza, que tengan fe y sean testigos del evangelio que
anuncian, comprometidos siempre en la construcción de un mundo más fraterno.
********
No hay comentarios:
Publicar un comentario